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Sigüenza, inspiración de artistas

No existe artista con mayor suerte que aquel al que llaman seguntino.

Este no ha de viajar hasta los confines del mundo, ni subir a las más altas cimas o enfrentarse a las adversidades de los bosques profundos en busca de un motivo que incite el estallido de su talento, sino que todo cuanto necesita para inspirarse, lo tiene delante. Convive con ello. Lo conoce tanto como el que lleva años observando y estudiando aquello que con fervor admira.

Sigüenza siempre tuvo algo que asombra. Algo que hace sentir que sus estrechas callejuelas, sus emblemáticos edificios y sus apasionadas leyendas vencieron al paso del tiempo imponiéndose, majestuosos, sobre las impiedades de la historia que jamás han sido capaces de arrebatar ni una gota de su encanto. Y que, por lo tanto, la ciudad que tienes delante no es una distinta a la que un día fue, cuando los cristianos en armas proclamaban la victoria de Bernardo de Agén o los valientes castellanos asaltaron el Castillo en defensa de su reina Doña Blanca. Visitar Sigüenza es darse cuenta de que cada una de las piedras que la componen esconde una aventura, una enseñanza, un secreto. Vivir en ella, es poseer el honor de confirmarlo.

No hace falta más que adentrarse en sus calles para sentirse embelesado por esa asombrosa imagen que tantas veces ha sido escenario de las mayores hazañas, de las más atroces guerras, de los acontecimientos más decisivos que la huella del pasado ha dejado entre sus muros. Y, como pintor que estampa su pincel contra el lienzo copiando los trazos de la Catedral, como el músico que arranca de su instrumento las notas que recoge del eco seguntino, el escritor saca su pluma y convierte en palabras la magia que le rodea.

Irene Bodega Casado
Estudiante de Bachillerato y escritora novel

Letras Vivas